En un mundo globalizado como el que vivimos, en el que cualquier cosa que hagamos o digamos puede ser vista, escuchada o leída en cuestión de segundos desde los lugares más recónditos del planeta gracias al poder enorme de las redes sociales, el concepto de responsabilidad social toma cada vez mayor importancia. Demostrar que nuestro trabajo repercutirá en el bienestar de muchos otros es una idea nueva, ya que nos habíamos acostumbrado a que eran el estado y las entidades civiles las que se ocupaban del aspecto social y nunca habíamos visto la obligación que tiene cada uno de nosotros de aportar para el bienestar colectivo, es una gran idea.
Nuestra labor educadora es de suyo una tarea que conlleva a una responsabilidad social enorme, es aquí donde formamos individuos y comunidades que sean capaces de llevar su propio proceso de progreso y desarrollo adelante, es aquí donde los conceptos de eficiencia y eficacia resultan vitales para el éxito educativo, es por eso que la escuela es uno de los entes principales en la fabricación de estrategias que mejoren la calidad de vida de sus pueblos.
Para mejorar la calidad de la educación, no hace falta sólamente ayuda y dignificación de parte del gobierno, también como educadores nos hace falta un poco de humildad para darnos cuenta de que no somos sino servidores, no sólo de nuestros estudiantes, sino también de la humanidad, que se construye día a día con base en nuestro trabajo, nos hace falta apropiarnos del objetivo supremo de la educación y esa educación no puede ser aislada de la educación ambiental, que nos propone a todos el reto de dejar morir nuestro planeta o de cambiar nuestro comportamiento.
De ese modo, sólo de ese modo, podemos hacer de la educación, una forma de responsabilidad social por excelencia.
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